domingo, 22 de noviembre de 2009

Historia de la Medicina

La historia de la medicina es la rama de la historia dedicada al estudio de los conocimientos y prácticas médicas a lo largo del tiempo. Desde sus orígenes, el ser humano ha tratado de explicarse la realidad y los acontecimientos trascendentales que en ella tienen lugar como la vida, la muerte o la enfermedad. Las primeras civilizaciones y culturas humanas basaron su práctica médica en dos pilares aparentemente opuestos: un empirismo primitivo y de carácter pragmático (aplicado fundamentalmente al uso de hierbas o remedios obtenidos de la naturaleza) y una medicina mágico-religiosa, que recurrió a los dioses para intentar comprender lo inexplicable. Con Alcmeón de Crotona, en el año 500 a. c., se dio inicio a una etapa basada en la tekhne ("técnica"), definida por la convicción de que la enfermedad se originaba por una serie de fenómenos naturales susceptibles de ser modificados o revertidos. Ese fue el germen de la medicina moderna, aunque a lo largo de los siguientes dos milenios surgirán otras muchas corrientes (mecanicismo, vitalismo...) y se incorporarán modelos médicos procedentes de otras culturas con una larga tradición médica, como la china. A finales del siglo XIX los médicos franceses Bérard y Gubler resumían el papel de la medicina hasta ese momento: "Curar pocas veces, aliviar a menudo, consolar siempre". La medicina del siglo XX, impulsada por el desarrollo científico y técnico, se fue consolidando como una disciplina más resolutiva, aunque sin dejar de ser el fruto sinérgico de las prácticas médicas experimentadas hasta ese momento: la medicina científica, basada en la evidencia, se apoya en un paradigma fundamentalmente biologicista, pero admite y propone un modelo de salud-enfermedad determinado por factores biológicos, psicológicos y socioculturales.




Origenes de la Medicina

Para hablar de los orígenes de la medicina es preciso hacerlo antes de los rastros dejados por la enfermedad en los restos humanos más antiguos conocidos y, en la medida en que eso es posible, de las huellas que la actividad médica haya podido dejar en ellos. Mark Armand Ruffer (1859-1917), médico y arqueólogo británico, definió la paleopatología como la ciencia de las enfermedades que pueden ser demostradas en restos humanos de gran antigüedad. Dentro de las patologías diagnosticadas en restos de seres humanos datados en el Neolítico se incluyen anomalías congénitas como la acondroplasia, enfermedades endocrinas (gigantismo, enanismo, acromegalia, gota), enfermedades degenerativas (artritis, espondilosis) e incluso algunos tumores (osteosarcomas), principalmente identificados sobre restos óseos.
Entre los vestigios arqueológicos de los primeros homo sapiens es raro encontrar individuos por encima de los cincuenta años por lo que son escasas las evidencias de enfermedades degenerativas o relacionadas con la edad. Abundan, en cambio, los hallazgos relacionados con enfermedades o procesos traumáticos, fruto de una vida al aire libre y en un entorno poco domesticado.
La excepción a esta norma la encontramos en la tuberculosis, considerada por varios autores como la enfermedad humana más antigua que se conoce. Una de las hipótesis más aceptadas sobre el surgimiento del Mycobacterium (el germen causante de esta enfermedad) propone que el antepasado común denominado M. archaicum, bacteria libre, habría dado origen a los modernos Mycobacterium, incluido el M. tuberculosis. La mutación se habría producido durante el Neolítico, en relación con la domesticación de bóvidos salvajes en África. Las primeras evidencias de tuberculosis en humanos se han encontrado en restos óseos del Neolítico, en un cementerio próximo a Heidelberg, supuestamente pertenecientes a un adulto joven, y datados en torno a 5000 años antes de nuestra era. También se han encontrado datos sugestivos de tuberculosis en momias egipcias datadas entre los años 3000 y 2400 a. C


En cuanto a los primeros tratamientos médicos de los que se tiene constancia hay que hacer mención a la práctica de la trepanación (perforación de los huesos de la cabeza para acceder al encéfalo). Existen hallazgos arqueológicos de cráneos con signos evidentes de trepanación datados en torno al año 3000 a. C. en los que se postula la supervivencia del paciente tras la intervención. Los más antiguos se han hallado en la cuenca del Danubio, pero existen hallazgos similares en excavaciones de Dinamarca, Polonia, Francia, Reino Unido, Suecia, España o Perú.
La etnología, por otra parte, extrapola los descubrimientos realizados en culturas y civilizaciones preindustriales que han conseguido sobrevivir hasta nuestros días para comprender o deducir los modelos culturales y conductuales de las primeras sociedades humanas. En general, las sociedades nómadas, recolectoras y cazadoras, no poseen la figura especializada del sanador y cualquier miembro del grupo puede ejercer esta función, de manera principalmente empírica. En cambio, las sociedades asentadas, que han abandonado patrones trashumantes y comienzan a aprovechar y modificar el entorno en su provecho, tienden a especializar a un miembro del grupo en funciones de brujo, chamán o sanador, con frecuencia revestido de algún poder o influencia divina.
Estos sanadores suelen ocupar una posición social privilegiada y en muchos casos se "subespecializan" para tratar diferentes enfermedades, como se evidenció entre los aztecas, entre los que podía encontrarse el médico chamán (Ticitl) más versado en procedimientos mágicos, el Teomiquetzan, experto sobre todo en heridas y traumatismos producidos en combate, o la Tlamatlquiticitl, comadrona encargada del seguimiento de los embarazos.
Por otra parte, las sociedades primitivas suelen considerar al enfermo como un "impuro", especialmente ante procesos patológicos incomprensibles, acudiendo a la explicación divina, como causa de los mismos. El enfermo lo es porque ha transgredido algún tabú que ha irritado a alguna deidad, sufriendo por ello el "castigo" correspondiente, en forma de enfermedad.
La evolución de la medicina en estas sociedades arcaicas encuentra su máxima expresión en las primeras civilizaciones humanas: Mesopotamia, Egipto, América precolombina, India y China. En ellas se expresaba esa doble vertiente, empírica y mágica, característica de la medicina primitiva.

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